jueves, 30 de abril de 2015

MONGOLIA, el NO Musical




Mongolia, el Musical.  Sábado 11 de Abril en el Teatro de la Laboral.

Si nos ponemos a describir  la situación que vive nuestra sociedad en los últimos años dan ganas de llorar, pero si son los de “Mongolia, el Musical” los que te lo cuentan en un par de horas te ríes hasta de tu sombra. Humor inteligente y socarrón, capaz de rescatar chistes malos para contarnos historias filosóficas que describen la realidad actual  ¿Cuándo tuvo gracia un chiste como: van dos y el del medio se cayó? O ese que dice: “la mejor forma de matar a un gallego es meterlo en la puerta giratoria porque jamás va a encontrar la salida”.  Ya se imaginan de qué va el chiste, pero no sólo de la política actual, también nos enteramos de que “Franco era un  puto genio” porque trajo el Rock and Roll  y la democracia a España. El  origen del chiste nos lo cuenta el argentino Darío Adanti y cómo las puertas giratorias eran un control de la emigración  española a Argentina a finales del XIX, por eso los gallegos (españoles) entraban pero no salían.  Actualmente los emigrantes no entran. 

El apellido “el musical” no describe nada de lo que acontece en su espectáculo, salvo que Eduardo Bravo recita tres temas al  ukelele (con mucha gracia, eso sí) más música no hay, así que bien podían haberle puesto “Mongolia, la Macarena” (me abstengo de explicarlo por si hay lío) o “Mongolia, los perroflautas”, por ejemplo.  Sería más descriptivo.  En el primer sketch, dos agentes de la autoridad nos cuentan los síntomas que padecen los “pies negros”, enfermos de “perroflautosis”, cómo hacer para identificarlos y cómo acabar con ellos.   Muchos personajes públicos y hechos sociales quedaron reflejados en esta parodia, pero fue el “pies negros” Santiago Calatrava y su Palacio de Congresos de Oviedo el que arrancó los primeros aplausos bulliciosos de la noche.
 Una de las particularidades de “Mongolia, el Musical” es que adaptan el humor a cada lugar a donde van. En esta ocasión lo tenían fácil pues Edu Galán es ovetense y conoce  perfectamente la idiosincrasia del pueblo asturiano y las tiranteces entre Oviedo y Gijón, “donde inventaron el turrón, el del blando”. Edu se dispuso a darnos una clase de marketing, principalmente  a los de Gijón porque “llevamos mucho tiempo viviendo de las subvenciones y no del esfuerzo individual”, y así aprendimos que “encima de nuestras cabezas está la crisis y alrededor los chinos”, y que “crisis en chino es igual a oportunidad, así que hay que expandirse”.  Todo un seminario sobre la especulación inmobiliaria contado de manera sarcástica e inteligente, hasta que llegó el primer patinazo de la noche: la venta de la oficina de Charlie Hebdó. Tampoco hizo gracia el chiste con Rafa Nadal y mucho menos el del parricida José Bretón. La lluvia de abucheos fue sonada.  El final del espectáculo, donde hablan del "prepucio de Cristo" y el negocio de la iglesia, dividió al público entre risas y gestos de desagrado. Podemos reírnos de todo pero no todo hace gracia a todos. 
A pesar de estos pequeños patinazos  el público se lo pasó en grande riéndose a carcajada limpia de las miserias y  las desgracias diarias españolas, de la monarquía, de los políticos,…Hasta el perro “mistetas” apareció por ahí.  Un humor necesario, eso sí muy bestia y muy arriesgado por parte de los protagonistas.  Ellos sabrán lo que hacen, de momento yo les aplaudo. 
Crítica de Mar Norlander para La Nueva España.

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