martes, 13 de agosto de 2019

Amancio Prada: una voz y una guitarra, pura poesía



Amancio Prada. Jardín Botánico. Domingo, 11 de agosto 

Después de escuchar un recital de Amancio Prada  sientes unas ganas incontenibles de llegar a casa corriendo y desempolvar algunos libros de poesía que han quedado semiocultos en alguna estantería, leer y releer para poder extraer toda esa magia que ha sabido plasmar en forma de canciones el poeta y cantautor nacido en el Bierzo. Pero no basta solo con leer poesía una y otra vez, porque el arte de Amancio Prada no consiste en poner música a poemas, él extrae la música que hay dentro de cada palabra y cada verso. Por eso es un artista singular. 
Poesías de grandes como Juan Ramón Jiménez , Rosalía de Castro, Fernando Beltrán, Juan Carlos Mestre o Chicho Sánchez Ferlosio, junto con versos propios, sonaron en la voz de Amancio Prada sin más revestimiento que su guitarra, en un entorno mágico como es el Jardín Botánico y para un público selecto que se mostró encantado durante toda la velada, a pesar del frío nocturno. 

Como novedad, presentó algunas canciones reunidas en su último disco  junto a Juan Carlos Mestre. De “Cavalo Morto” pudimos escuchar “Compañerita” y comprobar que mantiene la voz tan clara y tan limpia como cuando era un jovencito. Y es que Amancio Prada es de esa minoría de artistas que lucha por mantener vivo el rico acervo poético con el que contamos. Cantada con mucha emoción sonó “Jaula en el pecho”, primer poema del libro “Canciones y Soliloquios” de Agustín García Calvo. Nos sumergimos en los paisajes que vieron crecer a la gran Rosalía de Castro escuchando las “Campanas de Bastabales” y pudimos comprobar la gran admiración que profesa al poeta y cantautor Chicho Sánchez Ferlosio, o la pasión que siente por la poesía de San Juan de la Cruz. 

Entre canción y canción había lugar para numerosas anécdotas, algunas divertidas, otras tristes y muchas históricas apelando a la emoción, pero, al fin y al cabo, cuenta sus vivencias a lo largo de su dilatada carrera. Si bien es cierto que para la presentación de cada canción siempre cuenta las mismas anécdotas, palabra por palabra, las hace tan de verdad que el público siente que está escuchando algo en primicia. Quizás porque las tiene interiorizadas y porque disfruta del ambiente que él mismo es capaz de crear, el caso es que funcionan muy bien. 

Es de agradecer que entre las miles de canciones que hay en su repertorio escoge temas apropiados para empatizar con el público asturiano. Así sonó “Oviedo crece” (“con perdón”, se excusó Amancio ha sabiendas de la rivalidad entre Oviedo y Gijón), una bella canción basada en un poema de su amigo Fernando Beltrán. También nos cantó y contó cómo descubrió en chile “Si la nieve resbala” del compositor Julio Domínguez y gran parte del auditorio le acompañó con el coro de principio a fin. 

Lorca sirvió para despedir una magnífica velada en la que hubo momento para risas, para nostalgia y sobre todo para apreciar la importante labor que hace un artista tan singular, que con su voz y una guitarra es capaz de detener el tiempo y alejarnos por un momento del ruido en el que estamos continuamente sumergidos. 

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

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