Festival Metrópoli. Viernes, 5 de julio
¿Qué diferencia hay
entre uno de esos grupos locales –de cualquier ciudad-, formado por músicos más
o menos buenos, que se dedican a tocar versiones archiconocidas de clásicos del rock (por cuatro duros y unas
cervezas), y una banda que lleva por nombre “Gran Cañón”? La diferencia está en
que esta banda la forman dos de las figuras más conocidas del cartel pop rock
español, capaces de atraer a un numeroso público de lo más heterogéneo y,
además, cuentan con un equipo de sonido que despeina. El caché lo permite,
mientras que los grupos locales tienen que conformarse con “equipillos” que, si
suenan algo decente hay que estar agradecidos. Cuestión de medios o, mejor
dicho, cuestión de pasta.
Los nombres de primer cartel son el cantante Carlos
Tarque (M-Clan) y Leiva (¡qué pereza!!),
que en esta ocasión asumía las labores de batería. Para completar la banda el gran maestro
Julián Maeso (teclados), el guitarrista Ovidi (Los Zigarros) y dos más de M-Clan: Prisco a
la guitarra y Chapo al bajo.
En cuanto al repertorio, asequible para los
oídos más variopintos. Iniciaron con grandes temas de Led Zeppelin,
Hendrix, Eagles y Eric Clapton. Poco a
poco, durante estos cuatro primeros temas iban consiguiendo que la ecualización
de agudos perdiera estridencia y que Leiva calentara sus músculos, pusiera en
marcha el metrónomo y acertara con los breaks de batería. Le costó trabajo
pero, más o menos, el resto del concierto dio el pego ante un repertorio
exigente. Lo más destacable fueron sin duda los solos de guitarra de Prisco en
temas como “High Voltage” (AC/DC), “Are you Gonna Be My Girl” (Jet) y un tema
de Ray Charles en el que destacó también el solo de Julián Maeso. Sin duda el teclista es un pilar fundamental
para esta banda y se lució en muchas ocasiones. También Carlos Tarque estuvo
espléndido con la voz, derrochando fuerza y demostrando que tiene una tesitura
capaz de abordar desde temas de los Rolling Stones, pasando por “Creedence
Clearwater Revival”, hasta llegar a “Lenny Kravitz”.
Lo tenían todo para
brillar: buen repertorio, buen equipo, buenos músicos… Y lo consiguieron porque
el público congregado tenía intención de pasárselo muy bien, tararear estribillos más que conocidos y, de
paso, ver a artistas famosos. Sin más
exigencias. Pero, si en algo aventajan los grupos locales -mencionados antes- a
una banda como Gran Cañón es que ensayan y ensayan y ensayan. Esto es lo que
les falta a Gran Cañón. Suenan bien porque son buenos músicos, porque tienen
canciones que otros artistas se han encargado de consagrar y porque tienen un
gran equipo de sonido, pero falta ensayo.
Falta empaste y faltan muchas horas de rodaje para ser un superbanda.
Por lo demás todo bien.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España
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