martes, 24 de julio de 2018

Dani Martín: sin espacio para la improvisación


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Gira “Grandes éxitos, pequeños desastres”. Gijón “Parque Hermanos Castro”, viernes 20 de julio.

¿Por qué pagar unos cuantos euros  para ir a ver un concierto de Dani Martín cuando lo puedes ver en internet  gratis y sin que nadie te pise ni invada tu espacio personal? El hecho es que hay varios vídeos subidos  a la plataforma Youtube de la gira “Grandes éxitos, pequeños desastres”, donde se puede ver el concierto de principio a fin y es exactamente igual que el espectáculo ofrecido en Gijón.  Las mismas canciones, los mismos arreglos musicales, el mismo discurso, los mismos movimientos recorriendo el escenario, las mismas proyecciones, el mismo vestuario, los mismos defectos de vocalización y casi las mismas notas desafinadas.  Sólo una cosa diferente y es que a Dani Martín  se le ha caído el tinte azul del pelo. ¡Vaya! ¡Menuda diferencia! Es más, los vídeos están subidos por fans que han soportado largas horas de espera para estar en primera línea, por lo tanto, en vídeo se ve el espectáculo mejor que lo que podemos visionar los que no hemos hecho colas.

Quince minutos de espera para el inicio del concierto. Eso sí, estábamos muy entretenidos viendo cómo salían nuestras caras en las pantallas laterales bajo el título “Es tu momento de hacer el imbécil”.  Y resulta que a los españoles nos encanta reírnos de la vergüenza ajena. Vamos, que si hubieran estado otros quince minutos nadie se hubiera enfadado.  

Un gallo con un cartel que dice “¿Estáis listos cabrones?” inicia el show  y la banda arranca con “Volver a disfrutar”.  Apreciamos la primera diferencia entre el vídeo y el directo: el sonido. El recinto tiene muy buena acústica y el equipo de sonido es muy potente. Veinticuatro canciones de éxitos de “El Canto del Loco” y de Dani Martín en solitario son interpretadas en directo por  Paco Salazar y Roberto Lavella (guitarras), Candy Caramelo (bajo), Coki Giménez (batería) e Iñaki García (teclados). La banda suena contundente y empastada, sin florituras instrumentales a excepción de la introducción de piano en “Qué bonita la vida”. Los músicos están al servicio de las canciones y de la voz de Dani Martín, que se mostraba incómodo en ocasiones por la escucha de los auriculares. Aun así, son dieciocho años de carrera artística y sabe reponerse con profesionalidad, siguiendo el guion al dedillo.

Sabemos que estos shows se preparan minuciosamente y se mide cada detalle al milímetro, como lo hace una orquesta sinfónica, una ópera o cualquier otro espectáculo. Pero estamos hablando de rock. Y precisamente uno de los fuertes de este estilo es que cada directo suena diferente: los solos instrumentales no siempre son idénticos, hay espacios para la improvisación, la interacción con el público es un poco distinta -y no vale solo con cambiar  “Madrid” por “Gijón” o “paella” por “fabada”-, etc. En definitiva ¿merece la pena pagar por ver un concierto de Dani Martín? Si te gustan sus canciones y si juzgamos la satisfacción del público a la salida del abarrotado recinto la respuesta es afirmativa. Para mi gusto no, porque yo quiero escuchar algo sorprendente, algo diferente del concierto de Valladolid o del de Bilbao.  Pero, como se suele decir, el público siempre tiene razón.

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

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