OSPA. Teatro Jovellanos.
Jueves, 7 de junio.
Con un programa capaz de aunar calidad a raudales y comercialidad,
resulta inexplicable la poca afluencia de público al concierto de despedida de
la temporada de la OSPA en el Teatro Jovellanos. Es cierto que el programa anunciaba el
estreno absoluto del “Concierto para
violonchelo” de Israel López Estelche
y que, por razones ajenas a la orquesta –según se informó-, el programa
se cambió. Ahora bien, seguro que la obra del compositor cántabro hubiera sido
un concierto de gran calidad pero las propuestas de sustitución son más que
justificadas para llenar un auditorio: “El Moldava” de Smetana y la “Obertura- Fantasía” de Romeo y Julieta
del compositor Chaikovsky.
Para empezar la OSPA, como si de un Drone se tratara, nos agarró por
la nuca con suavidad y nos trasladó a la selva de Bohemia, para ver cómo nacen
los dos afluentes del río Moldava, a través de unas serpenteantes melodías de
las flautas por un lado y los clarinetes por otro, sostenidos por unas cuerdas
juguetonas. Presenciamos el encuentro de los dos ríos a través de una
melodía reconfortante y difícil de olvidar.
Esta bella melodía se diluía por momentos: cuando nos alejamos un tanto
del río para contemplar una escena de caza, con los metales a pleno
rendimiento, o cuando presenciamos una boda campestre y nos apetecía sumarnos a
la fiesta y ponernos a bailar. Después de pasar una noche jugando con las
ninfas vivimos momentos intensos, con las percusiones a pleno rendimiento, en
los rápidos cuando el agua choca con violencia contra las rocas y cuando
vuelve a aparecer el tema principal, un tanto modificado, para festejar la
llegada del río a la ciudad de Praga.
Todas estas vivencias y otras más, fuimos capaces de imaginar, gracias a una fantástica interpretación de la
orquesta y una elegante dirección, como siempre, de Rossen Milanov.
Tras los merecidos aplausos llegaba la segunda obra. No hay duda de que las
tormentosas vivencias de Tchaikovsky dieron lugar a una intensa manera de
comprender el drama de Shakespeare y de ahí surge esta Obertura- Fantasía. El
amor, la muerte y las luchas de poder en torno a Romeo y Julieta son
interiorizados por el compositor capaz de plasmar en la partitura toda esa intensidad
en forma de desgarradoras melodías, que son ensombrecidas por momentos de
tensión, que vaticinan poco a poco el drama final de la obra. De nuevo Rossen
Milanov supo captar la esencia de la partitura de Tchaikovsky y plasmar toda la
intensidad en su interpretación.
Tras el descanso pudimos escuchar el carácter alegre y juguetón de la
“Obertura op. 24” de “Colas Breugnon”, cuyo compositor, Dimitri
Kabalevsky, es uno de los inmerecidamente casi olvidados del siglo XX.
Una obra basada en la novela homónima de Romain Rolland, cuya Suite para
Orquesta, -compuesta posteriormente a la ópera inicial- bien merece ser
representada en su totalidad.
Para cerrar el concierto la “Sinfonía nº 6” de Shostakovich, una obra de
estructura un tanto diferente y, quizás por ello, menos interpretada que otras
del autor, como los “Cuartetos de Cuerda” o la emblemática “Sinfonía
Leningrado” pero, sin duda, de gran calidad artística. El “Largo” del primer movimiento tiene una
densidad armónica conmovedora, que contrasta con la riqueza rítmica del segundo
movimiento, con pasajes de diálogo entre el viento-madera y la cuerda, y
terminando de forma súbita. El último movimiento de carácter alegre y saltarín
es un magnífico cierre de obra y también de temporada de OSPA, que se despide
con la satisfacción de haber ofrecido un repertorio de gran altura a lo largo
del año. Sin duda, quedamos ansiosos de conocer la programación de la próxima
temporada.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España
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