Concierto
de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. Programa: “Música y
Literatura I”. Teatro Jovellanos, 5 de Octubre, 2017
Dos figuras importantes
en la trayectoria de la OSPA han fallecido durante este verano: la brillante pianista
Olga Semushina, colaboradora habitual de la Sinfónica durante la década de los
noventa y el chelista Juan Carlos Cadenas, uno de sus componentes más
respetados. Con este sentimiento de orfandad y un minuto de silencio en su honor inició la
temporada la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias bajo la batuta de
Rosen Milanov.
Dentro del programa
“Música y Literatura I” abrieron con la poética, sempiterna y emocionante obra
de Carl Orff “Carmina Burana”. La sección de cuerdas en pizzicato tejía el
obstinato para desgranar las melodías de la primera parte (“Fortuna Imperatrix
Mundi”) y dar lugar al lucimiento del Coro de la Fundación Princesa Sofía que
estuvo a la altura de la orquesta, desde el “O Fortuna” inicial hasta el final
homónimo, pues la obra se compone de veinticinco poemas con una idea circular
de vuelta al origen. En el cuarto poema “Omnia sol temperat”, hacía su
aparición el barítono Hugh Rusell, con una puesta en escena impetuosa. La
escenificación del poema cargada de dramatismo provocaba que su voz acusara un
ligero exceso de vibrato. Un nimio detalle a tener en cuenta, pues su
actuación, con varios números solistas, se ganó una gran ovación del público al
final de la obra por su precioso timbre y por la potencia de su voz. Para los
números de solo de tenor contamos con la presencia del catalán David Alegret
que solventó con más o menos acierto el difícil papel en las notas agudas, pues
las exigencias de la partitura en cuanto a tesitura exceden el habitual
registro de un tenor. La ovetense Ana Nebot fue la encargada de lucir los
números destinados a la voz soprano, destacando por la coloratura y la riqueza
de matices en el poema “Dulcissime!” y el empaste con el coro en “Amor volat
undique”.
Si destacábamos la
actuación del coro también es necesario mencionar al coro de niños, situado en
los dos palcos laterales por problemas de espacio, que hizo breves apariciones
muy bien solventadas. Espectacular quedó su intervención en partes como en
“Tempus es locundum”, cantando el coro “Oh, oh, oh”, totus floreo” (Oh, oh, oh,
ya florezco todo entero). Por parte del coro al completo también cabe señalar
el poema anterior a éste, “Ven, veni, venias!”, dotado de una gran riqueza
rítmica cambiante que interpretaron magistralmente.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España
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