La banda californiana cierra el festival con más de una hora mágica de grandes éxitos coreados de principio a fin
Mar Norlander 31.07.2017La Nueva EspañaCrítica del segundo día de Tsunami Xixón
El Festival Tsunami Xixón se cierra
por todo lo alto con la única actuación en la península de la banda “The
Offspring”. Miles de fans cantaron, gritaron y bailaron en el patio de La
Laboral a ritmo de esta banda californiana que hace muchos años que dio con la
receta mágica, al ser capaces de convertir cualquier tema en un himno para diferentes
generaciones. Es como la receta de la pizza: ingredientes sencillos, mezcla
homogénea, sabor agradable y fácil de consumir en cualquier momento. El
resultado un éxito. En perfecto castellano el líder de la banda Dexter Holland
saludó a la multitud: “Buenas noches a la gente de España, somos Offspring,
¿Qué tal cabrones?” La euforia fue total. El público, entregadísimo de
principio a fin, cantó con los brazos en alto todos los himnos: “Hammerhead”, “Come
out and play”, “Genocide”, “Want you bad”, “Why don’t you get a job?”,
“Bad habit”... hasta cantaban los riffs de la guitarra. Con “Pretty fly”
y “The kids aren’t alright”, dos de los temas más famosos de la banda, el volumen de las gargantas de los fans
superaba al del equipo de sonido. Poco más de una hora de concierto que
terminó con la cañera “Self Esteem”. El público se lo pasó en grande y se
dirigió a la salida con la sensación de haber vivido una experiencia única. Y
no es para menos porque, además de “Offspring” hubo trece bandas más en el
recinto, dispuestas en dos escenarios.
Con “Pennywise” sentimos temblar la sólida arquitectura de la Laboral, a
pesar de que en la primera parte del concierto el sonido era pésimo y la voz de
Jim Lindberg quedaba sepultada en un sótano oscuro. Pero los fans ahí estaban
con los puños en alto saltando y cantando sus himnos, sin dejar de
aclamar a una de las bandas más potentes de la escena punk internacional.
Llegando al final del concierto el sonido mejoraba y disfrutamos de temas como
“Do what you want”, “Perfect People” o la versión más hardcore de la
popular “Stand by me”. Si “Offspring” fue un éxito “Pennywise” no fue menos. De
hecho, a la salida del recinto después de haber finalizado el Tsunami, miles de personas entonaban por todo lo alto el “Lo lo lo” de su emblemática “Bro Hymn”: el eco siguió por un buen rato y podía escucharse a gran distancia.
La banda sueca “The sounds” también tuvo su público. La forma de moverse
por el escenario y las provocaciones sexuales de Maja Ivarsson con canciones
como “Shake shake shake” o “Living in América” nos recordó a la seductora
Deborah Harry al frente de los “Blondie”. Maja Ivarsson no está a la altura de
Debbie Harry pero apunta maneras. Por lo
demás un concierto cómodo con sus canciones melódicas más conocidas y tocadas
con corrección.
Estupenda fue la actuación de “Jardin de la Croix”, a base de puro rock
progresivo en el escenario Jagermusic. La técnica del tapping en las dos
guitarras les imprime un sello particular a los desarrollos de estructuras
complejas en compases de amalgama, donde predomina el virtuosismo. Tiene
muchísimo mérito que un grupo de estas características -además instrumental,
que no está de moda- pueda permanecer vigente después de una década de rodaje.
Fantásticos.
Con los suecos “Graveyard” nos sumergimos en el hard-rock más setentero de
influencia zeppeliana y disfrutamos de un repertorio que alternaba temas más
cañeros con clásicas baladas rock de estructuras largas y cambiantes. Al margen
de esa costumbre de dejar la guitarra acoplando entre canción y canción es una
banda para tener muy en cuenta. Sus precedentes en el escenario grande,
“Kadavar”, se ganaron el respeto y la admiración de muchos aficionados al rock
que estaban en el Tsunami y no conocían al trío alemán. Hay empaste, hay
precisión, tienen riffs potentes y buenas ideas. Un placer escucharles.
En otra línea mucho más cañera y más reivindicativa –aunque me quedo con la
sensación de que es más postureo que reivindicación real-, se presentaron los vascos “Berri Txarrak”.
Aprendimos a contar en vasco los cuatro pulsos para empezar una canción y sus
fans aportaron alguna pincelada estética más a la amalgama de tribus que por
allí desfilaban.
Por último quiero resaltar el ejemplar comportamiento del público. Cada uno
se movía en libertad por donde quería, se acercaban al escenario para ver a sus
grupos favoritos y cuando finalizaban se retiraban a otra zona, dando paso a
otras tribus para que pudieran disfrutar de sus bandas preferidas. No hubo
boicots, no hubo agresiones, no hubo malos rollos, ¡para que luego digan de los
festivales! Un aplauso para el público y también para la organización. El
listón ha quedado tan alto que es difícil de igualar y más de superar, salvo
que se pueda traer a estrellas como: “Rage Against the Machine”, “Red Hot Chili Peppers” o “Dream Theater”, por
hacer alguna sugerencia.
Crítica de Mar Norlander para La Nueva España
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