sábado, 4 de abril de 2015

Réquiem, por la OSPA.

Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. Coro de la Fundación Princesa de Asturias.  Concierto extraordinario de Semana Santa en el Teatro Jovellanos. Jueves, 26 de Marzo. 

La Sinfónica de Gijón se murió lentamente, por motivos ajenos a la música y sin réquiem, pero la OSPA está más viva que nunca.  Tan viva que es capaz de abordar una de las grandes obras maestras de todos los tiempos: “Un réquiem alemán” Op. 45 de Johannes Brahms. Una obra independiente y al margen de la liturgia, ya que se trata de un réquiem más humano que religioso, basado en pasajes de la biblia luterana, cuyos textos seleccionados hablan de serenidad ante la muerte y esperanza ante el futuro.
Otros han escrito  música de  réquiem pero hay tres obras maestras que destacan: Mozart, Brahms y Verdi (el de Berlioz también es grandioso).  Los tres (o cuatro) escritos por motivos espirituales diferentes, tres maneras de abordar el tema de la muerte que distan en las formas pero se igualan en el sentido de la reflexión. Por ello, ante una obra de tal envergadura el trabajo de Rossen Milanov, no consiste sólo en saber puntillosamente las notas  y las partes de cada instrumento, es necesaria  una conexión con Brahms a través de la armonía, el texto y el contexto en que se desarrolla. Sin batuta y siempre con gestos elegantes logra extraer de la orquesta y del coro el potencial  requerido con magnífico resultado para darle a la obra ese sentido de reflexión,  a través de dinámicas contenidas y exentas de grandilocuencia. Tan sólo pequeños desajustes rítmicos entre la cuerda y el coro en algunos pasajes evidencian la dificultad de coordinar a tanto personal encima de un escenario.
El inicio se produce en la cuerda grave sobre la que planea el coro suavemente, en contraste con el segundo movimiento, donde los violines cobran protagonismo dialogando entre fortes y pianos con el coro que exclama un canto a la alegría: “La alegría y el gozo se apoderarán de ellos, y el dolor y el llanto desaparecerán”. El barítono Kresimir Strazanak, con elegancia y sutileza inicia el tercer movimiento expresado de forma íntima, para culminar con una complicada fuga de carácter barroco al más puro estilo de Bach, pues Brahms es conocedor de los estilos que encumbran al sacro imperio como cuna de los grandes géneros que preceden al romanticismo. Muy correcta la interpretación del cuarto movimiento en el que el coro y la sección de viento-madera  son los protagonistas. María Espada interviene en el quinto movimiento, el cual varias tesis clarifican que está dedicado a la madre del compositor de forma idealizada, pues el texto dice “Os consolaré, como una madre consuela a su hijo”. Creo que la soprano no logró transmitir esa delicadeza  “ideal”, pues su timbre y su fuerza encajan mejor en otros repertorios.  
El sexto movimiento, el más largo,  es de gran complejidad técnica. El barítono y el coro a través de fuertes cambios contrastados exclaman el fin de la muerte y posteriormente la victoria de la vida sobre la muerte. Este movimiento culmina con una magnífica interpretación de la gran fuga coral y orquestal barroca, esta vez más próxima  a Hendl. 

 “Bienaventurados sean los muertos que mueren en el Señor”,  cantado por el coro cierra esta obra maestra con la misma intensidad con que comenzó, es decir suavemente, pues todo es cíclico y en las cuestiones espirituales aún más. Final reconfortante que invita a unos segundos de recogimiento y reflexión.  El silencio no dura mucho pues pronto es interrumpido por un espectador con ganas de aplaudir y al que todos le seguimos.  Daba igual,  el silencio ya estaba roto, además es muy  comprensible ya que la magnífica interpretación de todos los presentes en el escenario se merece una buena ovación. 
Mar Norlander para  el periódico La Nueva España. 

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