domingo, 29 de marzo de 2015

El buen gusto de la OSPA



Jueves 19 Marzo, 2015.  .  Concierto de la  Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias en el Teatro Jovellanos de Gijón. 
Corrado Rovaris, Director. 
Asier Polo,  Violonchelo.
El canon estético dominante, influido por una aristocracia rígida y una burguesía incipiente que imitaba  los usos y costumbres de la élite cortesana, dicta las leyes sobre lo  que representa el buen gusto en la etapa de Mozart.  Este canon se  puede resumir en algo así como   “moderación de las pasiones”. W.A. Mozart, con solo 20 años,  estaba en un momento de su vida en el que sabía, por un lado contentar a esa élite adinerada auspiciadora del compositor  y su familia, y por otro lado preservar  cierto grado de libertad  artística.  En este contexto surge la Serenata nº 6 en re mayor, conocida como “Serenata nocturna”,  una partitura en la que lo evidente cumple los cánones estéticos más galantes y  lo genial queda en un segundo plano,  pero presente, sin duda. Doce años después, a pesar de su precariedad económica el compositor se encuentra en uno de sus mejores momentos compositivos.  Así surge la “Sinfonía nº 40 en sol menor”,  que cumple con los convencionalismos de la época y al mismo tiempo está cargada de sutilezas orquestales y libertades armónicas (más que la anterior) que la elevan a la categoría de obra genial.   Con estas dos obras se abrió y se cerró el concierto de la OSPA,  bajo la dirección del italiano Corrado Rovaris en el Teatro Jovellanos.  Una interpretación exquisita y  comedida bajo una  batuta elegante y apropiada para esta música, pues Rovaris  conoce perfectamente la obra de Mozart y su contexto histórico. La serenata podía haber transcurrido sin la figura del director, ya que casi todo estaba en su sitio, excepto algún desajuste en los timbales.   Para la sinfonía hizo falta una ampliación y redistribución de la orquesta y el director se empleó más a fondo, controlando en cada momento las distintas secciones orquestales con gestualidad abundante y precisa, para que todo fluyera adecuadamente y así trasladar a los espectadores a la época.  Yo  podía sentir la peluca empolvada encima de mi cabeza.

 En medio de las dos obras de Mozart llegaba el  plato fuerte de la noche de las manos del violonchelista Asier Polo y su esperada interpretación de la obra “Variaciones rococó para violonchelo y orquesta”,  de Chaikovski. Una obra compuesta 100 años después de la “serenata”, con claras influencias mozartianas  que representa un importante listón  para los chelistas.   No basta  con ser bueno para  franquearlo, hay que ser excelente.  Asier Polo lo es y lo demostró con una extraordinaria ejecución de las siete variaciones en su violonchelo Francesco Rugieri, fabricado en Cremona en 1689. La interpretación de las tres últimas variaciones dejó a más de uno sin aliento al poder comprobar de qué manera las exigencias técnicas requeridas fueron un paseo para Asier y con qué pasión y soltura deslizaba sus dedos por el chelo. Por su parte la OSPA,  una vez más, demostró su versatilidad y su labor de conjunto llevando todo el peso armónico y orquestal de la obra para que el chelo pudiera “cantar” cómodamente, sobre todo  por pasajes de gran precisión en cuestiones de dinámica. Aunque el protagonismo fue para Asier Polo no quiero desperdiciar la ocasión para aplaudir a Eva Meliskova, que supo asumir las directrices  de concertino con gran profesionalidad. El numeroso público ovacionó merecidamente a la OSPA, al director Corrado Rovaris y principalmente a Asier Polo, por su entusiasmo, su ejecución y su buen saber hacer. 
Mar Norlander para el periódico La Nueva España. 

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