sábado, 27 de octubre de 2018

Carvin Jones: Ya lo decía Eric Clapton

Resultado de imagen de carvin jones sala memphis


Carvin Jones Band. Sala Memphis Live Music. Jueves, 25 de octubre


Algunas revistas famosas y prolíferas en rankings sobre guitarristas del mundo han situado a Carvin Jones como uno de los cincuenta mejores. Puede ser cuestionable la objetividad de estas listas y siempre surgen preguntas sobre quién las hace, con qué criterios, con qué objetivo, qué discográficas hay detrás, etc. Claro que si el mismísimo Eric Clapton es el que se manifiesta otorgándole una buen posición en alguno de los rankings gana  credibilidad. Lo más objetivo es situarse frente al artista y que cada uno saque sus propias conclusiones. Para comprobar el caso de Carvin Jones tuvimos la oportunidad de asistir a uno de sus directos en la sala Memphis, en la presentación de su último trabajo “What a Good Day”.


Desde las primeras canciones captamos una sonrisa permanente, cara de disfrute y transmisión de buen rollo a un público que abarrotaba la pequeña sala y que quería escuchar al guitarrista de Texas acompañado de un batería y un bajista, su formación habitual. En poco más de una hora disparó un buen set de canciones propias a base de buen blues, rock and roll y alguna balada, intercalando éxitos muy conocidos como “Johnny B. Goode” de Chuck Berry. Todo bien tocado, bien estructurado y con un sonido aceptable.



De voz no va muy sobrado, sin embargo tiene un timbre que engancha y apetece seguir escuchando tema tras tema. Pero el público estaba allí para escuchar los solos de guitarra y comprobar si es verdad que se parece a Jimmy Hendrix con las seis cuerdas, si tiene el toque de BB King o si habla de tú a tú con Steve Ray Vaugham, entre otros. Su exhibicionismo, a base de poses con la guitarra en la espalda, tirado por el suelo, atacando las cuerdas con los dientes o mezclándose entre el público, forma parte de su estilo heredado de otros grandes que lo implantaron primero. Y gusta mucho. Pero, ¿y si cerramos los ojos, dejamos a un lado el postureo y nos centramos en lo que toca? Pues va a ser que también gusta mucho. Los solos de guitarra a base de potentes distorsiones sobresaturadas, en ocasiones aderezadas con efectos de wah-wah y en otras con largas reverberaciones, cautivaron a los más exigentes. Hubo alarde de virtuosismo, fusión de escalas modales -no solo pentatónicas-  y dominio de múltiples técnicas como el tapping, bendings estirados al límite y resoluciones más que acertadas.


En definitiva, escuchamos a un guitarrista que tocó con los más importantes -Joe Cocker, Santana, Jeff Beck, Eric Burdon, Gary Moore, Albert Collins, etc.- ,estudió por los más grandes y se convirtió en uno de ellos a base de oficio. Porque Carvin Jones es un músico que, si puede, se sube cada día a un escenario para tocar. Y así es como se forja un buen guitarrista. Por mi parte suscribo la opinión de Eric Clapton.

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

jueves, 11 de octubre de 2018

Sutra: más que danza

Resultado de imagen de sutra sidi larbi cherkaoui
Ciclo “Danza Xixón 2018”. Sutra- Sidi Larbi Cherkaoui & Sadler's Wells London.
Teatro jovellanos, martes 9 de octubre.


“Sutra” es un espectáculo que no deja indiferente. No es solo una exhibición de saltos
y movimientos de gran dificultad realizados por casi una veintena de acróbatas  y un niño
como protagonista. Sutra cuenta una historia de vivencias y de forma de entender el mundo
espiritual de los monjes Shaolín, que gira en torno al espacio privado y colectivo de cada
individuo. Sutra no es solo una danza más, es un espectáculo que atrapa y provoca reflexión.
El Teatro Jovellanos inauguró el ciclo “Danza Xixón” con “Sutra”, idea de Sidi Larbi Cherkaoui,
uno de los mejores coreógrafos de la danza contemporánea actual, que lleva más de diez
años ofreciendo este espectáculo por todo el mundo. Cuenta el propio coreógrafo que creó
la danza a petición de los propios monjes y se inspiró en el personaje de Bruce Lee. La
puesta en escena resulta atractiva por los contrastes de luces en torno a ocres y grises y
por las dieciséis cajas de madera -creadas por el artista británico Anthony Gormley-, que
bien hacen las veces de muros, de ataúd, de camas, de puertas de un templo o de tablero
de ajedrez. Todo para dar lugar a la meditación o narrar escenas de la vida privada y pública
de un grupo de individuos. Los espacios cambian muy rápido, sin dar lugar al aburrimiento.
En cuanto a los danzantes, alternan la fuerza y rapidez de las katas de kung-fu con
movimientos suaves y fluidos en una representación de la naturaleza y del mundo animal
(serpientes, grullas, batalla de escorpiones, etc).
Resultado de imagen de sutra sidi larbi cherkaoui Resultado de imagen de sutra sidi larbi cherkaouiResultado de imagen de sutra sidi larbi cherkaoui
Para completar la puesta en escena escuchamos una composición de Simón Brzóska
tocada en directo por cinco músicos -percusión, trío de cuerdas y piano-, parapetados
detrás de un telón semitransparente, permitiendo así vislumbrar a los ejecutantes pero
sin poder despistarse de lo que está ocurriendo en el escenario central, es decir, la danza.
La creación musical es de gran calidad, destacando las intervenciones de violín que
exprimen las posibilidades sonoras del instrumento. También hay dulces lamentos del
chelo, melodías de piano acompañadas y, sobre todo, ritmos de percusión acompasados
con el golpeo de las cajas en el suelo y alaridos de los bailarines que provocan la subida
de adrenalina del público. Curioso es el fragmento en que se arrastran las cajas por el
suelo reproduciendo la sonoridad de una corriente de agua.  La composición musical
preciosa y bien ejecutada, sin embargo, nada que ver con el mundo oriental: la sonoridad
es totalmente contemporánea occidental, en su mayoría elaborada con escalas tonales;
lo más cercano al continente asiático que se escucha es algún pasaje que podríamos ubicar
en los países del este de Europa. No deja de ser una forma de establecer puentes de
conexión entre dos mundos, a priori, totalmente distantes.

En definitiva, un espectáculo que merece la pena ver y escuchar, para luego reflexionar.

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

martes, 9 de octubre de 2018

Mike Farris: poco público para escuchar una gran voz

Resultado de imagen de mike farris gijon
Mike Farris & The Fortunate Few. Teatro de la Laboral, domingo 7 de octubre.

La calidad vocal del cantante Mike Farris no es equiparable a la cantidad de entradas vendidas para su concierto en el teatro de la Laboral: congregó a escasa media butaca de fans. Sin embargo, hay que decir que los pocos cientos de asistentes disfrutaron de uno de los  conciertos más interesantes que rodaron este año por Gijón. Mike Farris posee una voz prodigiosa y no escatimó ni un solo giro.

Comenzó puntual y tocó uno a uno los temas que conforman  su nuevo disco “Silver and Stone”, junto con su nueva banda “The Fortunate Few”, compuesta por Jordan Hymon (batería), Justin Ferwerda (bajo) y Bart Walker (guitarra). Con este trabajo, Farris regresa al rock-blues con toques soul de sus orígenes, más cercano a  “Screamin’ Cheetah Wheelies”, el grupo con el que se consagró como vocalista, alejándose bastante de la línea del gospel religioso y melódico de los anteriores discos que le llevaron a conseguir un Grammy en el 2015. Concretamente  su anterior trabajo, 'Shine for All the People', fue premiado como mejor álbum de raíces gospel. Quizás sus fans andaban despistados o quizás no les convenció el cambio de estilo, sin embargo, para mi gusto la banda gana con el cambio.
Temas largos y elaborados como “Are you lonely for me baby?”, con solos de guitarra cuidados y un fraseo vocal impecable pusieron al público en pie, respondiendo con los coros. Podríamos destacar la precisión instrumental de “Snap your fingers” o el tema dedicado a su esposa  “Let me love you baby”, tocado con gran sentimiento. También sonaron temas de sus discos anteriores con arreglos más cañeros y muy bien tocados.
 Las letras de Farris son, quizás, lo menos cuidado. Su inmersión el mundo de las drogas (que le llevó a la desesperación) y su posterior recuperación a base de experiencias en el mundo de la religión, da como producto unos versos que bien podría haberlos escrito un adolescente cualquiera: demasiado obvios . Pero como canta en inglés es fácil desconectar de sus letras y centrarse sólo en la música.


Sin duda, es un acontecimiento escuchar a este cantante en directo cuyo timbre en algunos registros recuerda mucho al ex de Deep Purple, Glenn Hughes. Los giros vocales, la amplia tesitura, la potencia, una afinación impecable y, sobre todo, buen gusto convierten a Mike Farris en uno de los mejores cantantes del género. Un buen concierto y un buen disco.

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España 

Juan Pérez Floristán: un pianista con nombre propio

Resultado de imagen de juan perez floristan

Juan Pérez Floristán (piano). Teatro Jovellanos, miércoles 3 de octubre.
Organiza: Sociedad Filarmónica de Gijón

En la interpretación de música clásica es muy difícil destacar porque en cada ciudad hay músicos buenos. Por lo tanto, sobrepasar los niveles más exigentes hasta poder llegar a figurar en un cartel con nombre propio sólo está al alcance de unos pocos. El pianista Juan Pérez Floristán inauguró la temporada de la Sociedad Filarmónica de Gijón en el Teatro Jovellanos interpretando tres obras de máxima dificultad y estilos dispares y demostró por qué puede actuar como solista.

Comenzó con “Música Ricercata” de Ligeti, una obra contemporánea en la que el compositor se impuso límites estrictos para explorar al máximo la capacidad compositiva, dentro del lenguaje tonal en la cultura húngara. La obra se divide en once piezas breves, comenzando por la primera con tan solo dos notas jugando con diferentes octavas, tempos e intensidades para exprimir al máximo las cualidades del sonido. En la siguiente pieza va añadiendo una nota más y así sucesivamente hasta llegar a la número once, una pieza de carácter contrapuntístico donde experimenta con toda la escala cromática. La creación es sublime por parte de Ligeti y la interpretación de Pérez Floristán magistral. Con una técnica impecable supo destacar el carácter expresivo de una partitura que tenía totalmente interiorizada. Sin duda, se merecía un gran aplauso, pero no dio lugar a ello porque Floristán decidió enlazar esta obra con la Sonata para piano nº 23 “Apassionata” de Beethoven, sin pausa. Sus tres movimientos se sucedieron sin titubeos, destacando la interpretación del segundo, un tema con variaciones en el que Pérez Floristán se sentía cómodo volando por encima de los arpegios a gran velocidad. Al finalizar la obra llegó el estruendoso  aplauso.

Tras la pausa escuchamos la interpretación de los diez “Cuadros de una exposición” de Musorgsky, una obra que musicaliza la forma en que vemos los cuadros de un museo, pasando de un cuadro a otro a través del “Promenade” (paseo) e inspirada en diez pinturas y dibujos de su amigo y pintor Viktor Hartmann. La obra es de gran dificultad por su carácter programático, representando diez “cuadros” diferentes entre sí. Por citar alguno, nada tiene que ver el primer cuadro “Gnomos”,  tétrico y misterioso, con el segundo más cantabile, “Il vechio castello”. También son bastante dispares “Tuileries”, que representa juegos de niños en un jardín o “La cabaña sobre patas de gallina” donde podemos escuchar a la malvada bruja Baga-Yaga triturar los huesos de los niños perdidos. Floristán demostró que conocía muy bien la obra y supo darle el carácter adecuado a cada cuadro. La ovación a su interpretación fue prolongada, hasta el punto de que se sintió con ganas de deleitarnos con la complicada danza número 3 de Ginastera.


Sin duda, pudimos escuchar a unos de los pianistas más brillantes del panorama español, avalado por el primer premio del Concurso Internacional de Piano de Santander “Paloma O’Shea” (2015). Merecido tiene este gran premio, entre otros, y muchos más que llegarán, porque con sólo veinticinco años demuestra una gran calidad técnica y una capacidad musical del más alto nivel.  Un gran comienzo para la nueva temporada de la Sociedad Filarmónica de Gijón. 

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España