domingo, 24 de mayo de 2015

El regreso del fado

Asociación Amigos del Fado de Asturias y Teatro Jovellanos. Sábado 16 de mayo.
Casa de Fados: Catia de Oliveira y José Manuel Clemente

Los aficionados al fado tuvieron ocasión de disfrutar de una velada en la que la expresión musical más internacional de Portugal cobró vida de nuevo en Gijón. El decorado del escenario  del Teatro Jovellanos estaba ambientado a la manera tradicional de las auténticas casas de fados de la zona antigua de Lisboa:  mesas y sillas ocupadas en una esquina del escenario simulando una taberna, un biombo con retratos de grandes fadistas, tres músicos sentados y una pareja de artistas que expresan emociones y construyen relatos a través de la voz, dialogando con el público al que se le invita a permanecer en silencio mientras se canta, pues en el fado así debe ser.
La actuación comenzó con una “guitarrada” -nombre con que se designan a los temas instrumentales del género- a cargo de Ángelo Freire (guitarra Portuguesa), Flávio Cardoso (viola) y Daniel Pinto (guitarra baja). Los tres músicos crearon un entramado melódico-rítmico y un soporte armónico de gran riqueza para que los cantantes fadistas Catia de Oliveira y José Manuel Clemente pudieran desarrollar su personalidad musical.   Fue un lujo contar con la presencia de uno de los guitarristas más cotizados del mundo del fado, pues Ángelo Freire es un gran virtuoso al que recurren las grandes fadistas como la genial Mariza, Ana Mora, Carminho o Mafalda Arnauth entre otras.

Tras la guitarrada, la contralto Catia de Oliveira tomó presencia en el escenario, vestida de negro como manda la tradición,  para deleitarnos con diversos tipos de fados, desde los más primitivos como el fado menor o el corrido hasta los actuales triplicados o tangos, con composiciones de autores de prestigio  como José Marqués o Joaquim Pimentel, entre otros. La voz de Catia destaca en los fados tristes que requieren más dramatismo y fuerza vocal, pues su voz es cálida y dotada de un vibrato natural fruto de la experiencia. Menos brillante resulta su voz para los fados más ligeros, ya que su particular forma de alargar los glissandos más de lo habitual, sin resolver a la vez  que la instrumentación, produce efectos de desafinación. Se despidió entre fuertes aplausos tras cantar un fado triste popularizado por Amalia Rodríguez.


Otra pieza instrumental de gran virtuosismo por parte de Freire dio paso al fadista José Manuel Clemente. Se ganó a los presentes por su esfuerzo para comunicarse en español  y por sus dotes líricas cultivadas a base de experiencia y saber estar encima de un escenario.  Al igual que Catia también nos regaló una variedad de fados con letras de grandes poetas fadistas, algunas tristes que expresan sentimientos profundos y otras más divertidas e irónicas. No faltó algún tema en el que se invitó a cantar al público, dispuesto a participar de la esencia portuguesa.  Una gran actuación que fue muy ovacionada por el público.  Para despedirse contó de nuevo con la presencia de Catia de Oliveira para ofrecernos una “desgarrada” en la que los dos fadistas “discuten” y luego se reconcilian.  Los aplausos insistentes del público reclamaron un bis y los dos cantantes volvieron al escenario para desvelarnos una vez más el misterio del fado. 
Crítica de Mar Norlander para La Nueva España.

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